Miscelánea cultural y poética cotidiana

Miscelánea cultural y poética cotidiana

domingo, 6 de agosto de 2017

Tener miedo

Tener miedo no es tan sencillo como se cree. Hay que ser valiente para tener miedo, porque tener miedo significa reconocerse pequeño, incapaz a veces.
Tener miedo es tener cinco años y tener que caminar solo en un pasillo oscuro. Tener miedo es escuchar la sirena de la ambulancia sin saber qué ocurre. Tener miedo es que se abra un abismo en tu pecho y nada pueda salvarlo. Tener miedo es saberte mortal a ti y a los que amas. Tener miedo es preguntarse si esto va hacia algún lado. Tener miedo se siente como tragarse una píldora enorme en seco. Tener miedo es ir al doctor sabiendo la respuesta de antemano... 
Tener miedo es quedarse perdido en una ciudad desconocida. Tener miedo es aferrarse al descansabrazos del avión cuando despega. Tener miedo es ver cómo un perro cruza una calle llena de autos. 

Tener miedo es… 

lunes, 17 de julio de 2017

Las Musas de Natalia Lafourcade en Guanajuato

De folclor y posmodernidad

Con una gira por los teatros históricos de Puebla, Guanajuato y Oaxaca, Natalia Lafourcade da a conocer su más reciente álbum: Musas (en manos de Los Macorinos). Dicho disco fue hecho por la cantante con la intención de “divertirse y pasársela bien”, ya que después del éxito de Hasta la raíz, Natalia tenía la inquietud de buscar los pilares de su propia identidad como cantautora mexicana y latinoamericana.

Es así como nace Musas, que contiene temas de Violeta Parra, Roberto Cantoral y Chavela Vargas; Natalia rejuvenece esas canciones imperdibles y las acerca a las nuevas generaciones, algo que ya había hecho con la música del “Flaco de Oro”, Agustín Lara, en su álbum Mujer divina.

Sin embargo, Musas también contiene temas originales, nacidos de pasiones e inquietudes, como lo son Mi Tierra Veracruzana, que la artista canta al lugar que la vio crecer, con todos sus olores y paisajes; también Soledad y el Mar, dedicada, como ella dice, a esa musa que a veces es amarga, pero también puede ser dulce. Otras son catárticas, como Rocío de todos los campos, que escribió a una amiga suya que falleció el año pasado, y que le transmitió su pasión por la vida.

Desvistes tu cuerpo y tu alma / para en el agua nadar. / Libre serás, para siempre, para siempre / mariposa morada entre bambú.
La cita fue el 8 de julio a las 8:00 de la noche en el Teatro Juárez, Gto. La gente fue llegando de par en par, en grupos, y se sentaba, esperando a Natalia con paciencia, pero lo primero que nos mostraron fue una proyección de un pequeño documental sobre la experiencia de hacer Musas, en la que los productores e integrantes del proyecto compartían sus impresiones sobre el álbum.
Cuando acabó el documental, aparecieron Los Macorinos y nos deleitaron con una corta melodía, demostrando que no por nada fueron músicos de cabecera de grandes artistas como Cri-Cri, Chavela Vargas, José Alfredo Jiménez y un largo etcétera.
Finalmente hizo su aparición la protagonista de la noche, y acompañada por las guitarras y voces de Miguel Peña y Juan Carlos Allende (nuestros Macorinos), comenzó el concierto con canciones como Qué he sacado con quererte y Son Amores, seguidos de éxitos como Te vi pasar y Tú sí sabes quererme.. También presentó algunos temas que estarán presentes en Musas vol. II, como Luz de Luna, de Chavela Vargas, y Alma mía de María Grever.
Si yo encontrara un alma como la mía / cuántas cosas secretas le contaría. / Un alma que al mirarme, sin decir nada, / me lo dijese todo con la mirada.
Y ya que se volvían a las raíces, Natalia se fue fiel a sí misma e interpretó Nunca es suficiente, Hasta la Raíz y Para qué Sufrir, así como María bonita y Piensa en mí, obteniendo al unísono el coro de sus seguidores.

El trabajo que está haciendo Natalia es un himno al folclor latino, así como una llamada de atención para las generaciones jóvenes, que bien pueden no seguir su música, pero es imposible que no reconozcan el talento de artistas aún más grandes, que vienen detrás de todos los contemporáneos, y lograron capturar en sus composiciones la forma de amar, de sufrir y de vivir como latino.

¿Quién no suspiró con el pequeño coro que decía “café con pan, café con pan…” de Mi Tierra Veracruzana?, ¿quién no ha dicho “cabrón” cuando ha sufrido una decepción amorosa como en Te Vi Pasar? Y es que el mexicano siempre volverá a sus raíces, ya sea en el lenguaje, la comida o las costumbres, todo aquello que conforma la identidad cultural de un pueblo. Hay que reconocerlas e integrarlas a la vida diaria, y no caer en el malinchismo del que siempre hacemos gala.

Se debe reconocer el buen tino de Natalia por traernos un álbum tan comprometido no sólo con su intimidad, sino con la identidad de México. Un país cuya tierra “roba besos y da primaveras”, y que está siendo reconocida poco a poco en el mundo, de forma que sepan que no es sólo tacos, sombreros y tequila.

Las raíces y tradiciones están ahí, profundamente arraigadas y conviven dentro de nosotros en un mundo líquido, en el que el Internet muchas veces nos hace experimentar en una especie de “des-sincronía”, una resistencia al presente y la realidad.
Es un problema que está ahí pero es incómodo evidenciarlo, así que cuando la cantante pidió al público que intentaran disfrutar la música y conectar con ella, dejando de lado celulares y redes sociales para que pudieran estar “completamente presentes”, recibió una risa incómoda de parte del auditorio. 

Espero que proyectos como Musas acorten esa brecha que los jóvenes tienen a veces al estar deslumbrados por otras culturas, la estadounidense por ejemplo, que básicamente es una oda al consumismo y a lo que “debe ser”, y los alienan de su entorno y sus orígenes.

jueves, 13 de julio de 2017

Nunca me abandones - Kazuo Ishiguro

 
Al leer esta novela no esperes grandes dramas, o acontecimientos traumáticos y exagerados; no los encontrarás. Nunca me abandones se constituye de instantes, de pequeños detalles que sólo una persona observadora podría notar y dar significado, como lo hace perfectamente Kath, la narradora.
La historia se centra en la vida de Kath, Ruth y Tommy, tres alumnos de Hailsham, un internado que alberga a niños que han sido creados con el único fin de que al llegar a la edad adulta sean donantes de los enfermos de cáncer.

A grandes rasgos, ésa es la situación, pero en lo que más se enfoca la novela de Ishiguro es en las relaciones de los tres alumnos entre ellos y con el mundo, haciendo una sutil crítica de hasta dónde puede llegar la humanidad a deshumanizarse, en aras de su propia supervivencia, algo que podemos ver en la actualidad en la explotación de recursos y el maltrato animal; todo en pos de ser mejores humanos… Paradójicamente, en la búsqueda perdemos lo que ya teníamos.
Y pronto las largas horas, el continuo viajar, el sueño interrumpido se han instalado en tu ser y han llegado a formar parte de tu persona. Y todo el mundo puede verlo, en tu manera de estar, en tu mirada, en el modo en que te mueves y hablas.
Muchos consideran este libro ciencia ficción, pero, como dije, a mí me parece que en realidad es una historia sobre la humanidad y su búsqueda interminable. Nos presenta la cotidianidad, con esos detalles que se repiten uno tras otro, y que construyen poco a poco la amistad incondicional y el amor entre Ruth, Tommy y Kath.
Así como sucede en la vida con las cosas que duran: nacen poco a poco y sin forzarse, de manera orgánica y silenciosa. Kazuo Ishiguro, explora miedos, dudas y pasiones, pero con un tinte melancólico de fondo, porque estos personajes están resignados a su realidad, a que son donantes y ésa es su misión en el mundo.
Eso es lo que me quedo de esta novela, cómo el autor logra retratar la calidad humana y, a pesar de que en muchos momentos dirás “¿Por qué estoy leyendo esto? ¿A dónde va?”, te darás cuenta de que no se necesitan grandes acontecimientos que pongan a prueba un amor o una amistad para hacerlos más fuertes o válidos, sino simplemente estar ahí, prestar atención y entender sin juzgar.
Era realmente asombroso cómo los años parecían esfumarse y cómo nos sentíamos tan cómodos el uno con el otro.
Lo único que no me gustó tanto…

Carey Mulligan es perfecta como Kath
¡La narradora! Por Dios, Kath… Su forma de narrar, de pensar, de percibir las cosas, me exasperaba: parecía como si fuera la deidad en la tierra, mandada para ser perspicaz y tener siempre la razón en cuanto al mundo que le rodeaba.
Y es que es un poco chocante porque a lo largo de toda la novela hay frases como “estoy segura que fue así”, “ellos pensaban otra cosa, pero yo tenía razón después de todo”; uno como lector se cansa después de un rato, porque parece que Kath es hermética, que influye en la realidad, pero la realidad no influye en ella nunca.

Pero en fin, son mis opiniones personales y, dejando de lado eso, recomiendo ampliamente la novela. También hay película, y la vi, pero hay muchísimas sutilezas que no capta el cine; a mi parecer, no le hace justicia, pero ustedes juzguen.

¿Dónde y cuánto?
La edición de Anagrama (Colección Compactos) la encuentran en Gandhi, Gonvill o Fondo de Cultura Económica fácilmente y ronda alrededor de los $200 pesos o menos.

miércoles, 12 de julio de 2017

Libre

Ocurrió un domingo, como a las seis de la tarde, justo antes de que fuera a cenar. Su comida perdió sabor y su mirada brillo, porque se había dado cuenta que había dejado de desear y que tenía todo lo que quería. Hurgó en su alma y no encontró nada, más que esa sensación extraña y pesada de incomodidad. Nada por lo que luchar, nada por lo que esperar; era libre, y, extrañamente, tenía mucho miedo.

Eso lo asustó más; jamás había tenido miedo a nada objetivo. Su estómago estaba revuelto por esa sensación, y no sabía qué hacer. Terminó la comida y pagó la cuenta, y, metiendo sus manos en los bolsillos de su chamarra, decidió caminar en lugar de tomar el tren.

viernes, 24 de febrero de 2017

Meddle

Por una parte, debemos empezar a contar esta historia. Aún no estoy seguro si debería empezar por el inicio o el final. Empezaré por el medio, un lugar tibio, más bien caliente, a punto de explotar y arrebatarnos la vida.

Hogar

Un hogar es muchísimas cosas. Los brazos abiertos de alguien, el sonido de una voz a través del teléfono, el olor a sal del mar, la temperatura de una tarde húmeda, el sabor de los platillos de tu madre, los maullidos de tu gato de la infancia, las miradas inquisitivas de tus tíos y tías, una postal con una frase impersonal, el olor a ropa recién lavada, el reflejo de los árboles en los charcos…


Y sin embargo creo que los que nunca nos sentimos cómodos en lo que podíamos llamar “hogar” nunca vamos a tener uno. Saldremos de casa y trataremos de lavar cualquier rastro que nos identifique con el pasado, y avanzaremos hacia el futuro sólo para darnos cuenta de que no encontraremos más de lo que perdimos.

sábado, 22 de octubre de 2016

La inercia de los días

Es la tercera vez en la semana que el ruido lo despierta a las 4 de la mañana. Escucha cómo tropieza con los muebles; esconde la cabeza bajo la almohada, desesperado. Detesta que haya bebido tanto y que se vaya a la cama con un hombre mayor que él. “Ahora tendré que escuchar sus gemidos hasta en mis sueños”, piensa, y se duerme, se obliga a dormirse.
Se levanta con la inercia de hacer café e ir al baño. Se mira al espejo, descubre las mismas ojeras, va al baño y después a la cocina. Mientras el agua está lista, va a despertar a su sobrino. Yace desnudo en una cama vacía y desordenada; lo mueve, primero con un pie, después se inclina y le zarandea por un hombro. No sabe por qué despertarlo lo tranquiliza.
Su sobrino lo mira con odio cuando abre los ojos, pero acepta el café que le ofrece. Lo toma con leche, a diferencia de Madara. Hace mucho tiempo que dejó de prohibirle o pedirle cosas, sólo lo observa y espera que no se mate a sí mismo. “¿Te lastimó?”, le pregunta al ver los moretones del cuello y las muñecas. Itachi niega con lentitud y siguen tomando el café.
Es como cualquier otro día de la semana y ambos saben que volverá a repetirse. No tienen demasiada fuerza para impedirlo, así como ninguno quiere tomarse la molestia de admitir lo que siente por el otro; tan acostumbrados están a la soledad. La renta, la comida, el aseo, el trabajo, la escuela… Todo eso son escusas y distracciones. Los amantes son algo reciente que parece que no lastima a nadie.
Todos los días sucede. Nadie sale herido. Porque al día siguiente hay café, hay “buenos días”, hay miradas, el mismo aire respirado, “ya me voy al trabajo”, “¿puedes comprar leche antes de volver?”, “¿llevas abrigo?”, “vete a dormir”, “Estoy aburrido, vayamos a caminar…”

La inercia los hace un poco felices; el peso del tiempo y la costumbre les gustan. Los hace olvidadizos. Pero tienen miedo; cuando están solos, piensan en huir sin decirle al otro. Pero no parecen ser capaces de consumar el pensamiento, y entonces vuelven a casa, donde  hay “buenas noches”, amantes, y café al despertar…